3 de junio de 2010

Carlos Díaz

Por fin llega a este blog un tema totalmente postergado. Mi señor padre.
Este parrafo que sigue a continuación ha sido borrado y reescrito diez veces, las conté.
El pequeño lalito tiene diez años aproximadamente y es la noche del cumpleaños de la pareja de su padre. Como todo buen niño llega una hora de la velada en la que se aburre y se queda dormido, como todo buen padre C.D. lo lleva a acostarse a una cama que esté libre, en este caso, la cama matrimonial perteneciente a su pareja. Casualmente y denotando su primera falencia como padre es el mismo cuarto en donde se encuentran todos los abrigos de los asistentes al cumpleaños, así que como es de esperarse cada vez que un comensal se retira del evento prende la luz y despierta al pobre lalito que se encuentra dormido. En uno de estos episodios lalito abre sus ojos para encontrar a la tierna edad de 10 añitos la imagen que le cambiaría la vida, que le haría cambiar su inocencia infantil por un malhumor crónico por el cual sus amigos mas tarde lo llamarían "el niño migraña".
Colgado del cuarto existe un cuadro, no es un cuadro cualquiera. En este cuadro están retratados mi padre y su pareja, pero no están retratados de una manera común. No señor. Mi padre desnudo en tonos de azules abrazando a su pareja por detrás. No es un abrazo común, no es un cuadro común no es un abrazo común por que mi padre no es una persona común, de mi padre se desprende un tremendo falo que penetra violentamente por detrás a su pareja.

Recuerdo absolutamente todo de la noche en que descubrí ese cuadro, recuerdo que mi viejo me recostó y como la cama estaba cubierta de abrigos y evidentemente le daba mucha paja retirarlos me depositó arriba de algunos y sacó la manta del borde de los pies para taparme rusticamente hasta las rodillas. Recuerdo que cuando ví el cuadro no lo entendí, no entendí porque mi viejo estaba pintado en bolas ni porque la abrazaba por detrás, menos entendí porque era que su pareja había pintado semejante horror y menos que menos porque lo colgaba en una pared de su cuarto a la vista de todo niño inocente que pasara por allí. Pero por alguna razón durante muchísimo tiempo mi mente eligió olvidar la noche en cuestión.

Años mas tarde, se me vino a la cabeza, así como así, sin mas me acordé del cuadro como si mi mente lo hubiese desbloqueado.

Tengo la foto del cuadro en cuestión, pero lo dejo para otro momento en el que no se me caiga una idea.

3 comentarios:

V. dijo...

freud con vos se hacía un festin.

F. dijo...

JAjajajajaj no conocía la palabra falo, lo que lo hizo más gracioso.

Dante dijo...

Esta y otras Anécdotas en The Days of Charles, la biografía oficial de Carlos Díaz conseguible en librerías Cúspide de mi Falo.